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Además de estudios marciales, la instrucción del samurái se complementaba con filosofía, literatura, caligrafía, entre otras disciplinas, con la finalidad de brindar un desarrollo integral a cada guerrero; crear una personalidad equilibrada que los convirtiera en un ejemplo digno de seguir.
Uno de los aspectos más reconocidos de su formación filosófica se debía al Bushido, literalmente camino del guerrero, que era un compendio de valores morales y obligaciones, liderados por la justicia, benevolencia, amor sinceridad y honestidad, que servía de guía para el comportamiento del samurái.
Los samuráis eran hombres con total lealtad, honestidad y confianza. Vivían sin intereses en la riqueza ni cosas materiales, pero con entero interés en el orgullo y honor.
Eran hombres de valor verdadero. No temían a la muerte, entablaban cualquier batalla sin importar las dificultades. Con un completo autocontrol y estoicismo eran totalmente honrosos; no mostraban dolor o alegría, mostraban un comportamiento calmado y una postura mental que no le permitían a ningún tipo de pasión interponerse. La palabra de un samurái trascendía sin necesidad de ponerlo por escrito… Eran verdaderos guerreros.
